No existen casualidades, existen sincronizaciones tal como expresaba Carl Gustav Jung. La sincronicidad es uno de los aspectos más enigmáticos y sorprendentes de este macro universo. Las sincronizaciones están conectadas entre sí.
Son ilaciones o paralelismos invisibles, muy significativos, que no comparten tiempo ni espacio; hechos sincronizados aunque sucedan en tiempo diferente. Son realidades imperceptibles que se entrecruzan y entretejen hilos, inimaginablemente pequeños, de conexiones entre personas y otros mundos o realidades.
En la tradición búdica o red de Indra, el universo es una red infinita de finas cuerdas de seda que se expande y presenta, en cada intersección, una perla que refleja las demás como un espejo. Existen sutiles conexiones entre cada uno de los átomos del universo. La energía cósmica creadora, la Shakti, conecta todo, incluso lo terrenal y lo etérico.
Cada persona que encontramos y se cruza en nuestra vida es un posible maestro, un reflejo sanador, que nos ayuda a aprender y a ser realmente conscientes de todos nuestros apegos, deseos y aferramientos internos. Ese maestro nos enseña, justamente, aquello que debemos corregir en nuestro sendero de vida.
Según la Teoría de las Sincronizaciones de Carl Gustav Jung, los deseos viajan de la mente consciente al subconsciente y de ahí pasan al inconsciente colectivo, conciencia de la humanidad o memoria universal. Esta memoria universal se transmite de manera transgeneracional como una red invisible de energía creadora.
Una fuerza del alma impulsora, una fuerza de atracción puede desatar las sincronizaciones; en éstas se puede percibir lo espiritual por las conexiones entre las partículas del alma universal. En ese alma universal, podemos ver nuestro propio Yo interior reflejado como un espejo.
Las cosas no suceden por azar, existe una armonía perfecta en el universo.
Una persona sensible, que abre su campo de percepción a señales, mensajes y sueños, puede encontrar estas conexiones e interpretarlas; puede recibir información de ese sutil campo donde habita la memoria colectiva universal y la memoria ancestral. Una persona capaz de descubrir la belleza, el valor y la perfección del cosmos, puede crear bellas obras artísticas a través de esa fuente de inspiración universal.
Si aprendemos a desocultar ese velo, que cubre la esencia de la verdad originaria, desaparecerá la niebla que nos impide evolucionar y despertar a la otra realidad, al otro plano dimensional.
El ser humano está evolucionando, está despertando de ese inmenso letargo en el cual ha estado encerrado durante miles de años. Es una transmutación a un nivel superior; una evolución de la mente y del espíritu a la luz de un nuevo despertar a otra onda vibracional.
Son ilaciones o paralelismos invisibles, muy significativos, que no comparten tiempo ni espacio; hechos sincronizados aunque sucedan en tiempo diferente. Son realidades imperceptibles que se entrecruzan y entretejen hilos, inimaginablemente pequeños, de conexiones entre personas y otros mundos o realidades.
En la tradición búdica o red de Indra, el universo es una red infinita de finas cuerdas de seda que se expande y presenta, en cada intersección, una perla que refleja las demás como un espejo. Existen sutiles conexiones entre cada uno de los átomos del universo. La energía cósmica creadora, la Shakti, conecta todo, incluso lo terrenal y lo etérico.
Cada persona que encontramos y se cruza en nuestra vida es un posible maestro, un reflejo sanador, que nos ayuda a aprender y a ser realmente conscientes de todos nuestros apegos, deseos y aferramientos internos. Ese maestro nos enseña, justamente, aquello que debemos corregir en nuestro sendero de vida.
Según la Teoría de las Sincronizaciones de Carl Gustav Jung, los deseos viajan de la mente consciente al subconsciente y de ahí pasan al inconsciente colectivo, conciencia de la humanidad o memoria universal. Esta memoria universal se transmite de manera transgeneracional como una red invisible de energía creadora.
Una fuerza del alma impulsora, una fuerza de atracción puede desatar las sincronizaciones; en éstas se puede percibir lo espiritual por las conexiones entre las partículas del alma universal. En ese alma universal, podemos ver nuestro propio Yo interior reflejado como un espejo.
Las cosas no suceden por azar, existe una armonía perfecta en el universo.
Una persona sensible, que abre su campo de percepción a señales, mensajes y sueños, puede encontrar estas conexiones e interpretarlas; puede recibir información de ese sutil campo donde habita la memoria colectiva universal y la memoria ancestral. Una persona capaz de descubrir la belleza, el valor y la perfección del cosmos, puede crear bellas obras artísticas a través de esa fuente de inspiración universal.
Si aprendemos a desocultar ese velo, que cubre la esencia de la verdad originaria, desaparecerá la niebla que nos impide evolucionar y despertar a la otra realidad, al otro plano dimensional.
El ser humano está evolucionando, está despertando de ese inmenso letargo en el cual ha estado encerrado durante miles de años. Es una transmutación a un nivel superior; una evolución de la mente y del espíritu a la luz de un nuevo despertar a otra onda vibracional.