TESTIMONIOS SOBRE EL MAGUEY Y EL PULQUE
RESUMEN:
MÚLTIPLES Y VALIOSOS son los relatos en torno a la cultura del maguey y el pulque. Ellos van desde los antiguos testimonios que se desvanecen en los linderos de la historia y la leyenda, hasta los más modernos estudios de corte científico.
El propósito de esta recopilación se reduce a presentar las diferentes ópticas al-rededor del asunto, tanto de testigos nacionales como extranjeros, a través de la historia de México.
Frente a quienes anticipan la desaparición del maguey, perma¬nece vigente el análisis que de él hizo el ensayista mexicano Andrés Molina Enríquez, como testimonio de su capacidad para sobrevivir al tiempo y a las agresiones de todo tipo:
El maguey "es una planta que no se pierde, que apenas requiere cultivo, y que permite, mediante la graduada distribución de las siembras, una pro¬ducción absolutamente continuada y permanente. De modo que con poco gasto produce una renta igual, constante y perpetua. Con el maguey no hay que temer ni la escasez ni la abundancia de lluvias, ni el chahuixtle como en el trigo, ni el hielo como en el maíz, ni alguna de las otras plagas que afligen a los cerea¬les".116
Tal vez estas propiedades de resistencia y de una variada utilidad que pudiera redescubrirse, coadyuven a revalorar lo que antaño fue esplendorosa civilización del maguey y que ahora, bajo el dominio de otras potestades, se halla seriamente ame¬na-zada de extinguirse, por falta de defensores etnobotánicos que, como fray Barto¬lomé de las Casas lo hizo en favor de los indios, luchen incansablemente por los legítimos derechos de esta planta, raíz de un pueblo, árbol de la vida mesoameri¬cana.
Algunos suponen que por la extrema sencillez de su cultivo, "el más apropiado para un pueblo primitivo", el maguey está condenado a correr la misma suerte del grupo étnico azteca que originariamente se encargó de su explotación, y que opuesto también a las complejidades de la vida moderna, acabará por sucumbir.
Cuando algo por el estilo sucediere, no por ello se olvidarán los juicios laudato¬rios que el maguey y el pulque sugirieron a través de sus casi nueve siglos de histo¬ria conocida, entre ellos los siguientes:
El gran botánico y naturalista sueco, Carlos de Linneo bautizó acertadamente al maguey con el nombre científico de agave, que quiere decir admirable.
Francisco Cervantes de Salazar lo ponderó diciendo que "sirve para tantos usos y tan importantes, que no lo igualó en esto la antigua espada de Delfos".
Cercana a esta alabanza se encuentra la opinión de Francisco López de Gómara: "¡Buena planta, que de tantas cosas sirve y aprovecha al hombre!".
Francisco Javier Clavijero reconoció que el metl se hallaba "entre las plantas que más cultivaban los mexicanos".
José Ignacio Bartolache la llamó "planta singular de una especie rarísima y acaso la más útil entre las producciones del reino vegetable".
Charles Gibson estableció que "después del maíz, el producto más importante de la agricultura indígena colonial fue el maguey".
El veredicto admirativo de William H. Prescott es un digno homenaje a esta planta: "Jamás la naturaleza reunió en tan pequeña forma tantos elementos de co-modidad y civilización humana".
Para Hernán Cortés, que lo probó, el pulque era "mejor que arrope".
Motolinia lo consideró "bueno y de mucha sustancia y saludable".
Según Bartolomé de las Casas, servía "para templar el frío y sufrir mejor el tra-bajo", tanto quizás como la hoja de coca para los indígenas del Perú.
El visitante italiano Giovanni Francesco Gemelli Carreri lo consideró la "bebida universal entre los indios".
La marquesa Calderón de la Barca vio en la savia del octli, "el líquido que el paladar más agradece", además de "la bebida más sana del mundo".
En concepto del inglés George F. Ruxton, era "la bebida más deliciosa que se haya inventado para el mortal sediento".
Cerremos con este broche de oro, precioso y sugestivo, de Oswaldo Gonçalves de Lima: "El intoxicante ritu
RESUMEN:
MÚLTIPLES Y VALIOSOS son los relatos en torno a la cultura del maguey y el pulque. Ellos van desde los antiguos testimonios que se desvanecen en los linderos de la historia y la leyenda, hasta los más modernos estudios de corte científico.
El propósito de esta recopilación se reduce a presentar las diferentes ópticas al-rededor del asunto, tanto de testigos nacionales como extranjeros, a través de la historia de México.
Frente a quienes anticipan la desaparición del maguey, perma¬nece vigente el análisis que de él hizo el ensayista mexicano Andrés Molina Enríquez, como testimonio de su capacidad para sobrevivir al tiempo y a las agresiones de todo tipo:
El maguey "es una planta que no se pierde, que apenas requiere cultivo, y que permite, mediante la graduada distribución de las siembras, una pro¬ducción absolutamente continuada y permanente. De modo que con poco gasto produce una renta igual, constante y perpetua. Con el maguey no hay que temer ni la escasez ni la abundancia de lluvias, ni el chahuixtle como en el trigo, ni el hielo como en el maíz, ni alguna de las otras plagas que afligen a los cerea¬les".116
Tal vez estas propiedades de resistencia y de una variada utilidad que pudiera redescubrirse, coadyuven a revalorar lo que antaño fue esplendorosa civilización del maguey y que ahora, bajo el dominio de otras potestades, se halla seriamente ame¬na-zada de extinguirse, por falta de defensores etnobotánicos que, como fray Barto¬lomé de las Casas lo hizo en favor de los indios, luchen incansablemente por los legítimos derechos de esta planta, raíz de un pueblo, árbol de la vida mesoameri¬cana.
Algunos suponen que por la extrema sencillez de su cultivo, "el más apropiado para un pueblo primitivo", el maguey está condenado a correr la misma suerte del grupo étnico azteca que originariamente se encargó de su explotación, y que opuesto también a las complejidades de la vida moderna, acabará por sucumbir.
Cuando algo por el estilo sucediere, no por ello se olvidarán los juicios laudato¬rios que el maguey y el pulque sugirieron a través de sus casi nueve siglos de histo¬ria conocida, entre ellos los siguientes:
El gran botánico y naturalista sueco, Carlos de Linneo bautizó acertadamente al maguey con el nombre científico de agave, que quiere decir admirable.
Francisco Cervantes de Salazar lo ponderó diciendo que "sirve para tantos usos y tan importantes, que no lo igualó en esto la antigua espada de Delfos".
Cercana a esta alabanza se encuentra la opinión de Francisco López de Gómara: "¡Buena planta, que de tantas cosas sirve y aprovecha al hombre!".
Francisco Javier Clavijero reconoció que el metl se hallaba "entre las plantas que más cultivaban los mexicanos".
José Ignacio Bartolache la llamó "planta singular de una especie rarísima y acaso la más útil entre las producciones del reino vegetable".
Charles Gibson estableció que "después del maíz, el producto más importante de la agricultura indígena colonial fue el maguey".
El veredicto admirativo de William H. Prescott es un digno homenaje a esta planta: "Jamás la naturaleza reunió en tan pequeña forma tantos elementos de co-modidad y civilización humana".
Para Hernán Cortés, que lo probó, el pulque era "mejor que arrope".
Motolinia lo consideró "bueno y de mucha sustancia y saludable".
Según Bartolomé de las Casas, servía "para templar el frío y sufrir mejor el tra-bajo", tanto quizás como la hoja de coca para los indígenas del Perú.
El visitante italiano Giovanni Francesco Gemelli Carreri lo consideró la "bebida universal entre los indios".
La marquesa Calderón de la Barca vio en la savia del octli, "el líquido que el paladar más agradece", además de "la bebida más sana del mundo".
En concepto del inglés George F. Ruxton, era "la bebida más deliciosa que se haya inventado para el mortal sediento".
Cerremos con este broche de oro, precioso y sugestivo, de Oswaldo Gonçalves de Lima: "El intoxicante ritu