Escrito con una prosa amena y fluida, Cisma sangriento es un libro absorbente que se lee con el mismo interés que se leería un relato de terror o una novela negra.
El 31 de octubre de 1517, un fraile de 34 años clavaba en la puerta de la capilla del castillo de Wittenberg un manifiesto de protesta contra el papa y la Iglesia de Roma. Los alcances de este acto, en apariencia intranscendente, serían sin embargo pavorosos. El continente europeo se vio arrasado por cruentas guerras de religión. Las masacres, los crímenes, las hambrunas y las epidemias fueron terribles y los muertos se contaron por millones.
La historia oficial, ya protestante, ya católica, suele ocultar esas atrocidades con un velo de silencio y decora a sus protagonistas con auras de santidad. Nada más impropio e injusto. La escisión del cristianismo provocó una serie de conflictos armados que se extendieron por más de un siglo y en los que clérigos y pastores sacralizarían el derramamiento de sangre humana con una fiereza y un fanatismo parecidos a los de los ayatolás, yihadistas y talibanes de nuestros días.
Cisma sangriento desvela esta realidad, rara vez expuesta a los ojos del público, con un enfoque humanista y secular cuando se cumplen 500 años de haberse iniciado la rebelión.