No hace tanto existió un mundo distinto: un mundo donde no había televisión, móviles ni internet, donde los niños jugaban en las calles, donde los cerdos y vacas no aparecían sólo en los dibujos animados, donde el calor del hogar no venía de una caldera de bajas emisiones.
Ese mundo de hace apenas medio siglo resulta ajeno a las nuevas generaciones, pero los jóvenes o niños del siglo XXI no dejan de ser herederos de las experiencias vividas en la infancia por sus padres o abuelos, de sus ilusiones, sus juegos, y también de sus carencias.
Escenas en una colcha nos acerca a un escenario de mediados del siglo XX, reconstruido en breves retazos a la vez íntimos y costumbristas: las experiencias de una niña, hoy anciana, recuperadas como ilustración histórica y familiar.
La autora las escribió para su nieta, pero también servirán para que, quien quiera curiosear en los hogares y las calles del Bilbao de entonces o en la vida cotidiana de un mundo rural casi desaparecido, pueda contar a sus hijos pequeños o nietos “cuentos” sobre su pasado. Tal vez así entiendan un poco mejor de dónde vienen, y cómo, desde las carreras de una niña por los adoquines del Casco Viejo bilbaíno o las laderas del Valle de Ayala, se ha llegado al mundo que hoy conocen.
Ese mundo de hace apenas medio siglo resulta ajeno a las nuevas generaciones, pero los jóvenes o niños del siglo XXI no dejan de ser herederos de las experiencias vividas en la infancia por sus padres o abuelos, de sus ilusiones, sus juegos, y también de sus carencias.
Escenas en una colcha nos acerca a un escenario de mediados del siglo XX, reconstruido en breves retazos a la vez íntimos y costumbristas: las experiencias de una niña, hoy anciana, recuperadas como ilustración histórica y familiar.
La autora las escribió para su nieta, pero también servirán para que, quien quiera curiosear en los hogares y las calles del Bilbao de entonces o en la vida cotidiana de un mundo rural casi desaparecido, pueda contar a sus hijos pequeños o nietos “cuentos” sobre su pasado. Tal vez así entiendan un poco mejor de dónde vienen, y cómo, desde las carreras de una niña por los adoquines del Casco Viejo bilbaíno o las laderas del Valle de Ayala, se ha llegado al mundo que hoy conocen.