Lady Camile Albanier, hija del conde de Cromerton, empezaba a conformarse con su destino de solterona en ciernes, pues a sus veinticinco años seguía sin contraer matrimonio cuando nada más y nada menos que uno de los hombres más deseados de la sociedad pidió su mano en matrimonio. Sí, lord Lucas Laydon, marqués de Galvert, había sorprendido a su familia y a ella misma pidiendo su mano, bien era cierto que no era una petición cargada de palabras de amor, de dulces halagos ni coloridas promesas, más, por el contrario, era una petición formal para un “matrimonio de conveniencia”.
Sin engaños, sin promesas tiernas ni dulces ofrendas acudía al altar, más, no por ello una chica no sueña con lograr el corazón de un esposo atractivo, seductor y experimentado. ¿Conseguiría aquélla joven que parecía avocada a la soltería lograr el corazón de su adusto marido? ¿Conseguiría derribar las trabas que él le había impuesto desde el mismo momento en que era declarada su esposa y a él su esposo? ¿Estaría él dispuesto a dejarse vencer por ella? Quizás se había casado, pero el destino la había marcado como solterona y solterona sería o esa era la firme conclusión a la que la nueva marquesa de Galvert llegaría con pronta certeza.
Sin engaños, sin promesas tiernas ni dulces ofrendas acudía al altar, más, no por ello una chica no sueña con lograr el corazón de un esposo atractivo, seductor y experimentado. ¿Conseguiría aquélla joven que parecía avocada a la soltería lograr el corazón de su adusto marido? ¿Conseguiría derribar las trabas que él le había impuesto desde el mismo momento en que era declarada su esposa y a él su esposo? ¿Estaría él dispuesto a dejarse vencer por ella? Quizás se había casado, pero el destino la había marcado como solterona y solterona sería o esa era la firme conclusión a la que la nueva marquesa de Galvert llegaría con pronta certeza.