Como toda elección electoral presidencial la elección de Hugo Chávez en Diciembre de 1998 significaba para muchos venezolanos la esperanza de que mejoraran las cosas ya fueran desde una perspectiva personal o de una más amplia que beneficiaría a la mayoría de los venezolanos para la búsqueda de un futuro mejor para nuestro país. La esperanza se fundamentaba en la promesa bandera, del entonces candidato Chávez, de convocar una Asamblea Nacional Constituyente para refundar el Estado y liberarlo de los vicios creados por las “cúpulas podridas” firmantes del Pacto de Punto Fijo en 1958 y que aún, en los albores del siglo XXI, seguían dominando el poder político y económico del país.
También era evidente que de larga data había una crisis económica que como fecha emblemática se mostró el famoso “viernes negro” de Febrero de 1983 y que continuaba sin vías de solución para Diciembre de 1998. Pero también, desde la elección para un segundo mandato del Presidente Carlos Andrés Pérez en Diciembre de 1988, se inició en nuestro país una crisis política que se mantuvo toda la década de los noventas como consecuencia de la moda mundial de la antipolítica como política, que los políticos venezolanos manejaron pesimamente. Aparecieron otros autores y grupos de presión en este juego de la antipolítica (incluyendo al propio Hugo Chávez involucrado en dos intentonas de golpe de estado) que hicieron un flaco favor a la democracia venezolana y cuyas acciones por diez años fueron en contra de las instituciones democráticas huérfana de defensores efectivos que impidieran estas acciones.
Esta crisis política–económica dispuso en bandeja de plata los elementos necesarios para que el representante más audaz de la antipolítica, un militar golpista, se hiciera del poder por la vía electoral. El modelo político económico criticado e identificado por el nuevo presidente como el puntofijismo, agotado desde inicio de los ochentas pero continuado hasta la fecha, no es otro que el que los estudiosos nacionales e internacionales reconocen como petroestado que crea este tipo de crisis político-económico pero que la revolución bolivariana, utilizando un lenguaje con alto contenido de resentimiento social, incorporó a lo político-económico una crisis social.
Los casi 14 años de gobierno del ahora fallecido presidente no han hecho más que profundizar la crisis político-económico-social que heredó en 1998 y las soluciones que asoman los sectores opositores no mencionan, ni de cerca, la necesidad de cambiar el petroestado como modelo.
Por otra parte, la sociedad venezolana con toda su complejidad, es cada día más controversial y desconfiada de los poderes públicos, de la sociedad política y lo que es más inquietante, de sus propias capacidades para buscar soluciones a la crisis existente. Este trabajo explica el porqué de esta crisis para poder salir de ella sin caer en los errores del pasado.
También era evidente que de larga data había una crisis económica que como fecha emblemática se mostró el famoso “viernes negro” de Febrero de 1983 y que continuaba sin vías de solución para Diciembre de 1998. Pero también, desde la elección para un segundo mandato del Presidente Carlos Andrés Pérez en Diciembre de 1988, se inició en nuestro país una crisis política que se mantuvo toda la década de los noventas como consecuencia de la moda mundial de la antipolítica como política, que los políticos venezolanos manejaron pesimamente. Aparecieron otros autores y grupos de presión en este juego de la antipolítica (incluyendo al propio Hugo Chávez involucrado en dos intentonas de golpe de estado) que hicieron un flaco favor a la democracia venezolana y cuyas acciones por diez años fueron en contra de las instituciones democráticas huérfana de defensores efectivos que impidieran estas acciones.
Esta crisis política–económica dispuso en bandeja de plata los elementos necesarios para que el representante más audaz de la antipolítica, un militar golpista, se hiciera del poder por la vía electoral. El modelo político económico criticado e identificado por el nuevo presidente como el puntofijismo, agotado desde inicio de los ochentas pero continuado hasta la fecha, no es otro que el que los estudiosos nacionales e internacionales reconocen como petroestado que crea este tipo de crisis político-económico pero que la revolución bolivariana, utilizando un lenguaje con alto contenido de resentimiento social, incorporó a lo político-económico una crisis social.
Los casi 14 años de gobierno del ahora fallecido presidente no han hecho más que profundizar la crisis político-económico-social que heredó en 1998 y las soluciones que asoman los sectores opositores no mencionan, ni de cerca, la necesidad de cambiar el petroestado como modelo.
Por otra parte, la sociedad venezolana con toda su complejidad, es cada día más controversial y desconfiada de los poderes públicos, de la sociedad política y lo que es más inquietante, de sus propias capacidades para buscar soluciones a la crisis existente. Este trabajo explica el porqué de esta crisis para poder salir de ella sin caer en los errores del pasado.
