En este libro los niños son los protagonistas, junto con sus problemas y su educación, más que nada porque habitualmente no tienen voz ni voto, ni siquiera en el Parlamento. Por los niños decidimos todos, los padres, los educadores y los legisladores, pero siempre pensando y decidiendo por ellos, con lo cual es muy posible que nos equivoquemos. Los pequeños ni son tontos ni por supuesto insensibles. Padecen y disfrutan de la vida igual que los adultos, aunque para nosotros sus problemas no tengan importancia y creamos que con un beso lo solucionamos todo. Pero estos pequeños humanos están sujetos a depresiones, temores e inapetencias, con mayor frecuencia que los adultos y necesitan mayor paciencia y comprensión que los demás miembros de la familia. Junto a los abuelos, son los más indefensos de la sociedad. Por tanto, no les hagamos nosotros unos infelices y escuchémosle siempre que nos demanden ayuda. Su mundo es tan pequeño, pero tan importante, que su felicidad depende de un hilo, casi siempre manejado por los adultos.
Así que, y dentro de los problemas que tienen los niños, un crecimiento menor de lo habitual le causará complejos, angustias y en ocasiones infelicidad. Las comparaciones con sus compañeros de juego suelen ser con frecuencia crueles y salvo que se enfoque su autoestima hacia valores no intrínsecamente físicos, lo que no es difícil en un buen educador, el niño acusará su baja estatura con desazón.
No aseguramos que los consejos que damos en este libro sean totalmente eficaces para lograr un crecimiento continuado y normalizado, pero con seguridad conseguirán que lo que está determinado por la genética pueda lograrse. Si le aportamos todo lo que necesita para su desarrollo, alimentos, sueño, afecto y ejercicio, con seguridad superará la talla aparentemente determinada por sus padres.
Así que, y dentro de los problemas que tienen los niños, un crecimiento menor de lo habitual le causará complejos, angustias y en ocasiones infelicidad. Las comparaciones con sus compañeros de juego suelen ser con frecuencia crueles y salvo que se enfoque su autoestima hacia valores no intrínsecamente físicos, lo que no es difícil en un buen educador, el niño acusará su baja estatura con desazón.
No aseguramos que los consejos que damos en este libro sean totalmente eficaces para lograr un crecimiento continuado y normalizado, pero con seguridad conseguirán que lo que está determinado por la genética pueda lograrse. Si le aportamos todo lo que necesita para su desarrollo, alimentos, sueño, afecto y ejercicio, con seguridad superará la talla aparentemente determinada por sus padres.
