Sylvie Burne es una joven estudiante universitaria cuyas esperanzas de tener una vida glamorosa en la ciudad de New York son aplastadas por el continuo trabajo al que se somete para pagar sus numerosas deudas y préstamos. Un día, la poco experimentada chica de campo conoce al Sr. Daniel King, un atractivo empresario que le da la oportunidad de pagar sus deudas al tiempo que le otorga un placer sin comparación: pero a qué precio.
Ésta es una historia erótica explícita y corta de aproximadamente 5,400 palabras. Contiene lenguaje gráfico y temas sexuales. Está destinada solo a adultos interesados en este tipo de material para su consume en jurisdicciones donde su venta y disfrute no violan leyes locales.
Extracto:
“Muy bien,” dijo, ella con voz brusca. “Así que hemos establecido que tengo una deuda, que frecuentas el café donde trabajo,” dudó por un instante, “Bueno, donde solía trabajar. Y ahora estamos aquí.” Abrió sus brazos, gesticulando hacia el reluciente hotel, y le dio al Sr. King una mirada de interrogación.
Sonrió. “Y ahora estamos aquí.” Él se inclinó hacia adelante, plegando sus manos una sobre otra. “¿Qué opinas sobre hacer un trato?” preguntó. Se puso tensa y suspicaz. Miró al Sr. King. Se sentó, seguro de sí mismo, y miró con interés a Sylvie.
Dudó por un momento. “¿Qué clase de trato?” preguntó. Ya tenía sus sospechas, y su corazón latía rápidamente.
“Lo mantendré simple,” dijo, con una voz de hombre de negocios. “Te ayudaré a pagar tus deudas, mientras tú,” y sus ojos se volvieron incandescentes, “Seas mi…acompañante.”
Sylvie no podía quitar la expresión de asombro de su rostro. Esperaba algo similar, pero aún estaba sorprendida que esto le estuviese ocurriendo. Tantas preguntas le recorrieron el pensamiento. Aun así, no podía negar que el Sr. King era, muy, muy atractivo – al punto de lo irreal, como salido de una de sus fantasías, si Sylvie admitía eso con honestidad. No podía negar que aunque había sido ligero ese contacto que ese acaudalado hombre había hecho con su hombro, ese toque era suficiente para hacer arder su piel.
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“Muy bien,” dijo, ella con voz brusca. “Así que hemos establecido que tengo una deuda, que frecuentas el café donde trabajo,” dudó por un instante, “Bueno, donde solía trabajar. Y ahora estamos aquí.” Abrió sus brazos, gesticulando hacia el reluciente hotel, y le dio al Sr. King una mirada de interrogación.
Sonrió. “Y ahora estamos aquí.” Él se inclinó hacia adelante, plegando sus manos una sobre otra. “¿Qué opinas sobre hacer un trato?” preguntó. Se puso tensa y suspicaz. Miró al Sr. King. Se sentó, seguro de sí mismo, y miró con interés a Sylvie.
Dudó por un momento. “¿Qué clase de trato?” preguntó. Ya tenía sus sospechas, y su corazón latía rápidamente.
“Lo mantendré simple,” dijo, con una voz de hombre de negocios. “Te ayudaré a pagar tus deudas, mientras tú,” y sus ojos se volvieron incandescentes, “Seas mi…acompañante.”
Sylvie no podía quitar la expresión de asombro de su rostro. Esperaba algo similar, pero aún estaba sorprendida que esto le estuviese ocurriendo. Tantas preguntas le recorrieron el pensamiento. Aun así, no podía negar que el Sr. King era, muy, muy atractivo – al punto de lo irreal, como salido de una de sus fantasías, si Sylvie admitía eso con honestidad. No podía negar que aunque había sido ligero ese contacto que ese acaudalado hombre había hecho con su hombro, ese toque era suficiente para hacer arder su piel.